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Nuestro HUSI He pensado que…
Por: Padre Eugenio Antonio Gómez Caycedo, S.J.
Jun 04 2019
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HE PENSADO QUE… el "Día Mundial del Medio Ambiente" establecido por la ONU, desde 1972, para sensibilizar a la opinión pública con relación a la necesidad de preservar y mejorar el medio ambiente, ha ido logrando sus objetivos; pero a pesar de celebrarse desde entonces en todo el mundo cada 5 de junio, persiste un progresivo e imparable deterioro y destrucción. En cada uno de estos casi 50 años que han trascurrido desde cuando se estableció esta celebración, se han ido eligiendo temas diversos: La defensa de las fuentes hídricas, de los árboles, de las especies animales, etc. En 2019 se pretende que luchemos contra la contaminación del aire por el plástico, que aproximadamente produce cada año 7 millones de muertes. Sin embargo, tenemos actitudes y prácticas contrarias tan arraigadas, que parecería que transcurridos tantos años no hemos logrado cambiar.

A este propósito me permito entresacar algunas frases de la Encíclica "Laudato sí", sobre el cuidado de la Casa Común. El Papa Francisco hace una invitación a toda la familia humana, que califica de "urgente", y señala las actitudes que obstruyen los caminos de solución, que van desde la negación del problema, la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Hace falta sinceridad y verdad en las discusiones científicas y políticas, sin reducirse a considerar qué está permitido o no. Cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica. Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad, por poner sólo algunos ejemplos.

Cualquier solución técnica, que pretendan aportar las ciencias, será impotente para resolver los graves problemas del mundo, si la humanidad pierde su rumbo, si se olvidan las grandes motivaciones que hacen posible la convivencia, el sacrificio y la bondad.

Y tratándose de quienes se consideran creyentes, habrá que interpelarlos a ser coherentes con su propia fe y a no contradecirla con sus acciones; habrá que reclamarles que vuelvan a abrirse a la gracia de Dios y a beber en lo más hondo de sus propias convicciones el amor, la justicia y la paz. Si una mala comprensión de nuestros propios principios, a veces nos ha llevado a justificar el maltrato a la naturaleza o el dominio despótico del ser humano sobre lo creado o las guerras, la injusticia y la