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He pensado que el nombre de "SAN IGNACIO", elegido para nuestro Hospital, es muy acertado. San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, estuvo siempre ligado en persona y vinculó a los miembros de la Compañía de Jesús, al servicio en los hospitales.
Abundan en la vida de San Ignacio y de sus primeros compañeros relatos como el que sigue:
Mientras se hacía tiempo de partir a Roma a pedir la bendición al Sumo Pontífice para pasar a Jerusalén, repartió San Ignacio sus compañeros en dos hospitales de Venecia: cinco fueron al de San Juan y San Pablo, donde asistía más ordinariamente San Ignacio, y los demás al hospital de los incurables, que tocó en suerte a San Francisco Javier; y en estas dos escuelas de caridad y mortificación, hacían todo lo que veían hacer a su Santo Padre, y Maestro. Servían a los enfermos con singular cuidado, en los más bajos y viles oficios, como si en cada uno vieran a Cristo: aplicábanles las medicinas, dábanles de comer por sus manos, barrían las piezas, limpiaban los vasos, hacían las camas: de día asistían a su cabecera, las noches pasaban en vela con ellos, y el rato que dormían era junto a la cama del más necesitado: consolaban sus tristezas, alentaban sus desmayos, exhortábanlos a la paciencia, y a recibir los Sacramentos, y los que eran sacerdotes se los administraban; y por decirlo en una palabra, todos los dolientes tenían en cada uno Maestro, consolador, enfermero, siervo, y una madre amorosa, que los amaba, y acudía con entrañas de verdadera caridad; y ésta no se acababa con la muerte de ellos, porque después de haberlos ayudado a morir, los amortajaban, y enterraban, ofreciendo varias oraciones y sacrificios por su alma".( García Francisco. Vida, virtudes y milagros de San Ignacio de Loyola, 1722).
El servicio que prestaron los primeros compañeros en los hospitales de Venecia sentó un precedente para los futuros miembros de la orden. Donde llegaban los jesuitas, iban a parar a los hospitales.
En la bula o documento de fundación de la Compañía de Jesús, Regiminimilitantis Ecclesiae, expedida por el papa Paulo III el 27 de septiembre de 1540, se enumeran los fines generales y específicos de la nueva orden. Entre estos se señala: "socorrer misericordiosamente y servir a los que se encuentran en las cárceles o en los hospitales".
Una de las experiencias que estableció San Ignacio, por las que debe pasar el novicio, recién vinculado a la Compañía de Jesús, es la de servir en un hospital. Escribe en las Constituciones:
"…se requieren seis experiencias principales: La primera es haciendo Exercicios Spirituales por un mes poco más o menos…" "(Constituciones 65)
"2ª Sirviendo en hospitales o en alguno del los por otro mes, comiendo y durmiendo en él o en ellos, o por alguna o algunas horas en el día, según los tiempos, lugares y personas, ayudando y sirviendo a todos enfermos y sanos según que les fuere ordenado… " (Constituciones 66)
A mí me correspondió, como joven novicio, trabajar 15 días en el pabellón de quemados del Hospital de la Hortúa en Bogotá y otros 15 en Tunja. En algunos casos, se llegó al heroísmo. Con el correr de los años, los jesuitas seguían poniéndose, en peligro por ayudar a los enfermos. Comenzó a elevarse el número de los que morían. San Luis Gonzaga atendió a los apestados en San Giacomo de los incurables, en San Juan de Letrán, en Santa María de la Consolación, y en el hospital improvisado junto a la iglesia del Gesú, donde contrajo la enfermedad. Así murió a los 23 años.
Hoy en día la situación de salubridad e higiene es inmensamente superior a la del tiempo de San Ignacio; sin embargo en nuestro Hospital somos conscientes de que los grandes avances tecnológicos no suplen la actitud deseable en las personas. Esta surge naturalmente si realizamos lo que nos corresponde hacer, como lo hicieron San Ignacio y sus compañeros, quienes "servían a los enfermos con singular cuidado, como si en cada uno vieran a Cristo".