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del Mes

He pensado que… la mejor contribución a la paz es trabajar por la salud.
Por: Padre Eugenio Antonio Gómez Caycedo, S.J.
Sep 04 2018
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En septiembre suele llevarse a cabo "LA SEMANA POR LA PAZ". Se ha elegido este mes, porque el 9 de septiembre se celebra la fiesta de San Pedro Claver, el jesuita que consagró su vida al servicio de los esclavos, en Cartagena desde 1615 hasta 1654.

El libro "Proceso de beatificación y Canonización de Pedro Claver", ofrece una traducción de dicho Proceso, del italiano y el latín, realizada por la doctora Anna María Splendiani y el Padre Tulio Aristizábal, S.J. Fue publicado por La Universidad Católica del Táchira y la Pontificia Universidad Javeriana, y reúne numerosos testimonios de contemporáneos de Claver, sobre su entrega a los enfermos, especialmente en los hospitales San Sebastián y San Lázaro; y presenta los argumentos en pro y en contra de declarar santo a este jesuita, nacido en Verdú (España) en 1580 y enviado como misionero a estas tierras en 1610, donde recibió su ordenación sacerdotal en la ciudad de Cartagena en 1616 y se consagró como "ESCLAVO DE LOS ESCLAVOS PARA SIEMPRE", hasta su muerte acaecida el 8 de septiembre de 1654.

Su entrega llegó a extremos tales que le granjearon el calificativo de "imprudente" y algunas de sus prácticas se presentaron como objeciones para que fuera canonizado, como por ejemplo, que: "tenía la costumbre de dar a los negros tabaco, naranjas, limones, bocadillos de galletas, y otros regalos, y que a los mismos negros les preparaba espléndidos banquetes; también que les regalaba dinero y ropa, y llevaba consigo a otros negros cargados de dulces y cosas similares para refocilarlos , las cuales dádivas, como no eran necesarias sino voluptuosas, no son permitidas a un religioso obligado al voto de pobreza" (Proceso de beatificación y canonización de san Pedro Claver, páginas 537 y siguientes).

Hay todo un capítulo del libro, que se titula "Declaraciones de los testigos acerca de la ardiente caridad del venerable siervo de Dios con los enfermos, especialmente con quienes estaban en hospitales": en dicho capítulo se citan textualmente los testimonios de más de 40 personas de toda índole, los cuales coinciden en subrayar el amor de Pedro Claver hacia los enfermos, llevado hasta el heroísmo, en circunstancias cuyas descripciones son tan crudas y repugnantes, que es preferible no repetirlas. Cito aquí dos apartes del testimonio del hermano Nicolás González, S.J., quien fuera fue el compañero de Claver durante muchos años:
 

"En los hospitales de esta ciudad donde asistía con mucha frecuencia y a donde este testigo lo acompañaba, no tomaba ninguna precaución, aunque supiera que había algún enfermo con gusanos, postemas y llagas abiertas muy contagiosas y repugnantes. En particular observó que no tomaba ninguna precaución aun cuando iba al hospital de San Lázaro (de leprosos) fuera de la muralla de esta Ciudad, donde es vehemente el olor del contagio de esa enfermedad; antes entraba muy alegre y contento como si fuera a un jardín muy delicioso, tratando y visitando a los enfermos del hospital tan de cerca y con tanta familiaridad, que los abrazaba y tocaba como si fueran personas sanas" (Obra citada, página 232).

 "Omite y deja de relatar muchos otros casos de la misma especie, ya que los que se han declarado son muchos. Su ejercicio ordinario era realizarlos. Muchas otras personas que deben declarar lo saben; pues sucedió en sus casas y en presencia de sus familias. Tan sólo añade que era tan grande la caridad y el celo y amor que el padre tenía a su prójimo y en particular a los negros, que este testigo tiene por cierto y sin duda alguna, que no pasó un sólo día, en el que no se ejercitara en algún acto heroico de caridad con los negros del modo y manera como lo ha declarado. Nunca se negaba a ir, tratar y aconsejar a los negros, por muy contagiosa que fuera la enfermedad que padecían. Porque para él ninguna era tal. Ni se le podía retirar ni alejar de esta labor, antes a los que veía más contagiosos y con enfermedades más transmisibles los asistía y trataba con mayor diligencia, abrazándolos, llevándolos, limpiándolos y acomodándolos como si hubieran sido sus hijos, etc." (Obra citada, página 237).


He pensado que… en medio de los horrores de la guerra, de la esclavitud, del hambre, de la discriminación, que a pesar de todas las declaraciones aún seguimos sufriendo, y que se traducen en enfermedad y abandono, en nuestro Hospital también hay muchas personas, quienes, como Claver, tienen como su ejercicio ordinario acudir al trabajo con amor y alegría como si fueran a un jardín de flores (y esto lo puedo decir porque lo he vivido en carne propia).  Son, desde su sitio de trabajo en pro de la salud, factores decisivos para el logro de la paz.