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EDITORIAL: POR LA SEMANA DE LA SALUD MENTAL
Por: Hernán Santacruz Oleas – Médico Psiquiatra, Psicoanalista
Oct 06 2017
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El 10 de octubre se celebra el Día Mundial de la Salud Mental y en muchos países la semana correspondiente se dedica a diferentes actos que, contradictoriamente, en su mayoría hablan de las enfermedades mentales. Sin embargo, hay mucho que decir sobre la salud mental en sí misma: por ejemplo, ¿qué significa estar sano mentalmente?

Para responder a esta pregunta debemos pensar en la manera de relacionarnos con los demás, ya que el sujeto está sano siempre en relación a otros, y en el marco de las múltiples maneras en que interactuamos con las personas en la vida corriente: con la familia, los compañeros de trabajo, los pacientes y con las figuras de autoridad.

Las relaciones maltratadoras, desdeñosas y excluyentes ponen en evidencia la insalubridad de los que así actúan y el efecto lesivo que sobre los otros tienen esos estilos de interacción. Se puede mandar y obedecer sin que eso constituya un sufrimiento; se puede trabajar y en el trabajo competir y colaborar sin envidia y frustración; se puede educar, enseñar y atender a otros sin hacerlos sentirse inferiores ni deudores de gratitud sin límites; se puede criar hijos y cuidar a los mayores sin que eso sea visto como un sacrificio que requiere abnegación y
suele impedir la expresión cariñosa y espontánea.

Los trabajadores de la salud, de manera inevitable, estamos en contacto cotidiano con el dolor, la enfermedad, la cronicidad, el deterioro físico e intelectual y la muerte de los seres humanos. Esto de por sí supone un constante desgaste, una contención de los naturales sentimientos que surgen frente a esos hechos. Aunque es claro que para muchos de los que trabajamos en instituciones sanitarias, esta labor nos genera satisfacción e incluso felicidad, también hay otros para los que supone temor y malestar. Un entorno laboral solidario, que favorezca la confianza y el apoyo mutuos puede hacer que la carga emocional del trabajo
asistencial sea liviana, y que las tareas, aún aquellas más rutinarias y que puedan generar dolor, se llenen de sentido. Por el contrario, aislarse, no relacionarse genuinamente con los otros, desconfiar de los compañeros, de los superiores o de la institución, harán rápidamente insoportables las actividades laborales.

Una institución como el Hospital Universitario San Ignacio –HUSI- que ofrece a sus trabajadores un modelo de contratación ceñido a la ley, que da seguridad y expectativa de permanencia, contribuye a la estabilidad emocional y a la certeza de que en tanto se cumpla con el deber pactado, se seguirá contando con el ingreso con el que todos sostienen su vida; mientras que en la mayoría de otras instituciones, inclusive estatales, continúan predominando esquemas contractuales inseguros y sometidos al vaivén de condiciones inestables políticas o financieras.

Por todo lo anterior, todo trabajador del HUSI, sin importar su rango o función debe ser una fuente de salud mental para los demás y en especial para los pacientes y sus familias, que llegan a nosotros frecuentemente desesperanzados, airados, encolerizados por la larga sucesión de trámites que deben sobrepasar para obtener finalmente la atención para sus dificultades.